sábado, 7 de mayo de 2011





Querido amigo :



Anoche, después de leer varias reflexiones y ser incapaz de articular palabra alguna, escrita, me fui a descansar del trasiego diurno para armonizar mi cuerpo y mi espíritu en el extenso letargo de la noche. Una dedicación sin medida me sostenía en un viaje hecho al olvido; esta era cálida como el tacto del sol en la cresta de una ola; intensa cual solera del mejor de los vinos. Acercaba a mí sus palabras suaves y tiernas, consolidadas, acentuando su recreo en el mío. Un autobús circulaba lleno de pasajeros y en los asientos de atrás, dos personas abrazadas a la intimidad del afecto, sonreían al mundo. Un flas, una instantánea en la ventana de mi cuarto aniquiló tan perfecto sueño; mas al despertar tomé la pluma y antes de desvanecerse anoté esto. Era una sensación de placidez tal que me hubiera quedado asida a tu pecho para siempre.


El porqué del sueño… no lo sé.


La travesía… breve y vivificante.


El despertar… todavía me sigue la sonoridad del recuerdo.


Momentos así no son pagados con ningún tipo de moneda.


La placidez de este encuentro recorrido en la inercia del alma es como un diseño repoblado de auroras que camina junto a la auténtica amistad reposada.


(Autora: Laura Olalla. D. R.)



1 comentario:

Emilio Porta dijo...

Yo también me quedo en los sueños...en los reales, los que producen cuando el cuerpo descansa. Y, al despertar, suelo coger el primer papel que encuentro y anotarlos...para que no se evaporen cuando el cerebro empieza a recomponer la realidad. Y a darnos pautas para poder movernos por ella.